-Mamá -llamó Sealand a Finlandia, con quien caminaba de la mano yendo a hacer las compras. Éste hubiera preferido que lo llamase de otra manera, “papá”, pero no había caso.
Oh, cuán equivocados están.
-Dime, Peter -le sonrió.
-¿Por qué a nadie le gusta la mirada de papá?
Le pregunta, tal vez está demás decirlo, tomó por sorpresa
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